El tema es que al dejar que proliferen las especies predadoras de alto impacto, tarde o temprano el problema se traslada a los campos vecinos porque el animal busca a una presa fácil como la oveja siguiendo la «ley del mínimo esfuerzo».

El dueño del establecimiento La Guillermina, de la zona de Punta Tombo, asegura que esto, proyectado en el tiempo, hará que en unos años más no exista producción ovina y los campos queden a merced de otras especies dejando de lado una tradición ganadera con más de un siglo en nuestro medio.

Cittadini se mostró preocupado porque nadie parece advertir la gravedad del tema, ni siquiera las sociedades rurales, por lo que el pequeño y mediano productor está viendo cómo se achica su majada.

En ese punto citó su caso, dado que por la matanza de pumas pierde en promedio entre 50 y 60 animales por año, entre ellos varios carneros que son de costosa adquisición.