Los dichos del letrado tienen que ver con el empresario de la estiba Oscar Aravales, quien fue convocado por la fiscal a declarar contra los dirigentes del SUPA, denunciados por los empresarios pesqueros de la flota amarilla por presunta extorsión.
Según difundieron los portales informativos financiados por el grupo denunciante, Aravales se habría presentado de manera espontánea para denunciar que los del SUPA lo presionaban.
En rigor la situación fue al revés y no fue una presentación espontánea sino que la fiscalía los llamó insistentemente por lo menos 6 veces para que vayan a declarar y, cuando lo hicieron, la declaración fue totalmente tergiversada y adaptada para la versión de los empresarios pesqueros.
Lo llamativo además es que esa declaración nunca fue grabada para que quede testimonio de que el interrogatorio no estaba dirigido con un fin determinado y respondía a los manuales de la objetividad.
Como si fuera poco, en el momento mismo de la declaración la fiscal llamó por teléfono a un tercero a quien se refiere como «Tato», apodo de Raúl Matías Cereseto, como demostrando ante el atónito Aravales quién era el dueño de la situación.