
La práctica fue denunciada por varios oyentes y comerciantes como una situación muy violenta que deben enfrentar quienes transitan por las calles porque de no acceder al pedido, los «trapitos» insultan, amenazan y escupen.
«Cuando nosotros estábamos no los dejábamos tranquilos y los sacamos de los lugares para cuidar al vecino» recordó Massoni, quien reprochó que para algo está el código contravencional.
Aseguró además sobre la peligrosidad de algunos que recibieron condena por homicidio y nadie garantiza que no lo volverán a hacer en un contexto de violencia, alcohol y drogas.
Cuestionó a la justicia que no actúa y deja caer los procesos, lo cual tiene como contrapartida que la gente directamente no realiza la denuncia porque lo ve como una pérdida de tiempo.
También objetó a los dirigentes que se manifiestan en términos de compasión frente al fenómeno porque hacen un discurso «políticamente correcto» pero en el fondo saben que los ciudadanos no tienen por qué soportar a violentos, aún cuando la justificación sea un estado de intoxicación.